domingo, 25 de marzo de 2012

Hoy 25 de marzo es el Día Europeo contra la Trata de Seres Humanos


La trata de personas constituye la esclavitud del siglo XXI como la ha calificado la ONU y supone una grave violación de derechos humanos. Cada año, casi 3 millones de personas, el 80% mujeres y niñas, son víctimas del tercer negocio clandestino más lucrativo del mundo, tras el tráfico de armas y drogas. Según datos de Naciones Unidas, cada año, entre 700.000 y 4 millones de mujeres, niños y niñas son víctimas de la trata internacional de seres humanos con fines de explotación sexual, laboral y otras formas de explotación.
Según la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), de las mujeres que ejercen la prostitución en toda Europa, una de cada siete, es víctima de trata de personas.
La trata de seres humanos está en pleno auge, tanto en la Unión Europea como en el resto del mundo. Al ampliarse al Este y suavizar los controles en sus fronteras internas, la UE ha registrado un aumento del tráfico de personas tanto entre los países miembros como procedente del exterior, según un reciente informe de Europol .
La trata destina a sus víctimas, sobre todo mujeres y niños, a fines como la prostitución o el trabajo forzados. Pero también aboca a los menores al hurto u otras formas de explotación como la mendicidad.
La trata de seres humanos es un negocio multimillonario que orquestan principalmente redes de organizaciones delictivas. El número de personas que mueve hacia la UE o entre sus países miembros se calcula en varios cientos de miles al año.
Prevenir esta lacra, enjuiciar a sus responsables y ayudar a sus víctimas son los pilares del plan de ataque común de la UE.
A continuación, os recomiendo que leáis el caso real de Mª Ángeles, de 23 años secuestrada por una banda que la vendió por 2.500 pesos a un prostíbulo de La Rioja con el fin de someterla a la prostitución.
Este caso real fue extrapolado a una novela de ficción en torno al tráfico de personas llamado "Vidas robadas" protagonizada por Facundo Arana, un antropólogo forense que intentará destruir una red de secuestradores, a partir de las aflicciones de Soledad Silveyra, que encarna a una madre consternada por la desaparición de su hija.
Es un día cualquiera en casa de don Mario. Lo de siempre, los críos que corren por el patio de tierra descalzos, otros que salen de la casilla semioscura y persiguen a la gallina con peladilla. Son siete hijos -otros tres más grandes ya hicieron sus vidas- y una nieta de dos años, la que les dejó Teresa, la hija de 16 que fue rescatada de un cabaret de La Rioja donde la tenían cautiva y la obligaban a prostituirse.
A Teresa los recuerdos la abruman, los gritos de las primeras violaciones, el sudor hediondo de esos cuerpos, las palizas y empujones para forzarla a que se drogara, las luces de neón, ese "mi amor" edulcorado que aprendió a decir a fuerza de tormentos, la amiga que la entregó a una red de explotación sexual.
Un año y medio soportó esa esclavitud. A veces no aguanta y se va por ahí, sin rumbo, por varios días. "Volvió rebelde Teresa, contesta mal. Viene y me deja a la changuita, ¿ha visto? A veces se queda sentada en la cama y llora, llora mucho", dice su padre, de 48 años mal llevados, cruzado de brazos frente a la casa que habita en esta pequeña ciudad tucumana, a 3 kilómetros de la capital provincial, la continuidad del conglomerado urbano del gran San Miguel del Tucumán que se conoce como la capital nacional del azúcar. Yo le digo "qué le anda pasando m hija" y ella callada".Teresa nunca le quiso contar lo que pasó en La Rioja, pero él sabe. "Los hombres somos muy hijos de putas", dice, y entonces habla también de las malas juntas, de aquélla que parecía una amiga y la entregó.
Porque hubo una visita de aquella muchacha, la única que hizo, en la que -piensan ahora- habrá tomado nota, seguramente, de las chapas hirvientes de la casilla, de esa beba recién nacida y de la pobreza que, tal vez, quién sabe, ahogaba a Teresa. Habrá pensado que sería fácil sacar una tajada de esas necesidades: le ofreció un trabajo cama adentro en Catamarca, pero la llevó engañada a La Rioja.
Allí la tuvieron encerrada en una casa y después la llevaron al prostíbulo. Teresa tenía entonces 14 años y los proxenetas amenazaban con matar a su beba recién nacida si no hacía lo que le exigían: había caído víctima de una de las muchas mafias de trata de personas con fines de explotación sexual que operan en la Argentina, un negocio cuya dimensión no refleja ninguna estadística oficial, pero que, según los investigadores, no deja de crecer.











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